
De aquí que es necesario ordenar el uso de las pruebas y a los sujetos por
rangos, edad y género, utilizando escalas dicotómicas o intervalares,
pretendiendo comparar diferencias, propias, o medir el mismo rasgo entre ellos,
así, el nivel de exactitud que se requiere para medir las variables
psicológicas, varía notablemente, de una situación a otra.
Por ello es preciso,
elaborar las herramientas de evaluación, con criterios psicométricos sólidos,
que garanticen la sistematicidad y autenticidad del diagnóstico y/o de la
investigación, considerando la teoría
del constructo a medir, cómo se va a medir y la población a la que
estará dirigido, siendo éstos los detalles que certifican su aplicabilidad.
De
esta manera, una prueba, debe estar apoyada en la claridad de instrucciones
para su aplicación, calificación e interpretación. El instrumento a utilizar,
debe medir el constructo que se desea y las medidas, deben ser tales que, al
volver a medir el rasgo, bajo condiciones similares, se obtengan los mismos
resultados, de esta forma se tiene la información que se necesita y los
resultados pueden ser aprovechados, por quien lo aplica. Esta inquietud ha
motivado el desarrollo de una instrumentación adecuada, para evaluar
cuantitativamente las diferencias y semejanzas entre los individuos.
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