Hablando de salud infantil en Madurez Escolar, afirmo que el desconocimiento de ciertas enfermedades, su pronóstico y curso, hacen mas o menos difícil el rendimiento académico del niño y por ende su éxito, puesto que se les exige responder satisfactoriamente, a unas competencias, que se verán limitadas por su enfermedad y si no se flexibiliza el currículum educativo, propio del grado, se puede estar empujando al niño a la frustración y en el peor de los casos, a la deserción escolar.
Una de estas enfermedades, padecida
por uno de mis pacienticos, (7 años, para entonces) es la conocida como
Síndrome de Tourette, caracterizado por movimientos repetitivos, estereotipados
y tics vocálicos involuntarios, cuya prevalencia es de 5-15 por 10.000, mas
frecuente en varones, en una proporción de 4-1.
Su diagnóstico ocurrió luego del
tránsito penoso e infructífero, de varios médicos, entre pediatras y
neuro-pediatras, psicólogos, psicopedagogos y sus maestros, haciendo de este
caminar, un verdadero desafío de resiliencia para los padres y de tolerancia
para el niño, al pasar de un profesional a otro, hasta llegar con quién
identificó y dio nombre a su padecer.
Con él en mi consulta aprendí que es
una enfermedad crónica, más no degenerativa, los síntomas pueden atenuarse con
la edad, sus expectativas de vida son normales y que no afecta la inteligencia.
En los niños, se pueden presentar problemas de aprendizaje, que deben
diferenciarse de su dificultad para escribir o para leer con fluidez. Igualmente,
aunque puede haber déficit de atención, es de mucho cuidado considerar la
hiperactividad y no confundirla con sus tics motores, no se puede olvidar que
son involuntarios; también pueden desarrollar obsesiones – compulsiones que
interfieren notablemente en su interacción social, recuerdo con tristeza que me
decía “los amiguitos me tienen miedo… creen que les voy a golpear…”,
desarrollando así, depresión, ataques de pánico y fluctuaciones de su estado
anímico…
La intervención la estructuré en
función de ayudarle, a adaptarse al medio y a manejar las dificultades
socio-emocionales, capacitándolo para concientizar su problema y modificar el
comportamiento, sin dejarse dominar por los tabúes sociales y el
desconocimiento de quienes le rodean. Para los papás, educar en el compromiso,
que el tratamiento, farmacológico y psicoeducativo, depende más ellos que del
niño. A la escuela corresponde, atender sus capacidades desde sus potencialidades,
aunque estén limitadas por una enfermedad “rara”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario