Coon (2005), la plantea, como la maduración necesaria para la adquisición rápida de una habilidad, agregando que es una tendencia, a querer hacer algo, estar alerta en el momento apropiado y llevar a cabo la actividad en cuestión.
En mi investigación, propongo, medir y evaluar el área socio-emocional de un niño, más como disposición, atendiendo a sus relaciones intra (emocional) e interpersonales (social), e involucrando otros aspectos académicos, psicomotores y cognitivos.
Perkins (1995), refiere que las disposiciones son las inclinaciones que guían en una dirección más que a otra, dentro de la libertad de acción propia de cada individuo y Atendiendo al planteamiento anterior concuerdo con Carr (2002) en dimensionarla en tres aspectos de interés, que abarcan una serie de factores que deben considerarse al momento de evaluar, al niño que va a la escuela, independientemente del sub-sistema al que asiste (regular, especial o aulas hospitalarias), siendo estas dimensiones:
1. Resiliencia, asumiendo retos con perseverancia, sin importar la confusión temporal o frustración, y con suficiente habilidad para reponerse a los fracasos, para re-dedicarse a la tarea propuesta.
2. Habilidad para Jugar donde la atención plena, le permita ser más creativo y experimentar diferentes maneras de resolver situaciones.
3. Relaciones Interpersonales donde puedan incluir el deseo de formar parte de tareas de aprendizaje en equipo, expresar incertidumbres y hacer preguntas, actuar en una gran variedad de roles y tomar en cuenta los propósitos y perspectivas de los otros.
De un estudio psicométrico, surge una Escala de Disposición al Aprendizaje, en dos versiones, padres y maestros, donde la información suministrada es por los educadores más cercanos al niños y en los ambientes donde mayormente se desenvuelven, siendo esto importantísimo al evaluar, debemos recordar, que para dar por propia la conducta de un niño, debe manifestar en dos o más ambientes diferentes.
Ambas versiones, son válidas en cuanto redacción, ubicación y muestran alta confiabilidad (padres α .826 y maestros α .878), así como correlaciones entre cada ítem con el total de la escala y entre dimensiones, superiores a 0.70, lo que se interpreta igualmente como alto.
Contar con un instrumento actualizado para la medición infantil de “Disposición hacia el Aprendizaje” sustentada en hechos prácticos, representa para el psicólogo clínico y escolar, un aliado a las labores que ejecuta, que le permite la posterior toma de decisión en la intervención y el tratamiento permitiéndole, observar al niño desde una especificidad, apoyada en teorías y modelos comprobados.
Ayudará a conocer el grado en que el niño esté motivado a descubrir su realidad exterior, discriminando que no todo niño inquieto es TDA-H, brindando información valiosa en el proceso de su desarrollo integral, además, de determinar la preparación para afrontar los retos que encontrará en el próximo grado.
Proporcionará, además, estimar el abordaje de las deficiencias que puedan ser detectadas o de fortalecer las ya adquiridas, en correspondencia a lo que se espera según el desarrollo evolutivo, donde la madurez biológica (físico y motor), disposición (socio-emocional) y cognitiva, vinculada con lo académico, impliquen variables de interés que interfiere directamente en la vivencia escolar.
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