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domingo, 6 de abril de 2014

Menores de 3 años...

En esta entrada que tengo pendiente de la semana pasada, quiero contarles una vivencia reciente... me encontraba en otra ciudad y de pronto me ví envuelta en el análisis silencioso de la conducta de niños y padres con quienes involuntariamente, coincidí... realmente llamó mi atención el trato adulto que los padres, abuelos, cuidadores, le dan a niños tan pequeños, esperando de ellos, un comportamiento de adultos (esto me pareció mas absurdo, aún) y me abrumaba la pregunta: será que olvidaron cuando eran niños?

Vi halones de orejas, porque el niño no podía permanecer sentado; a un bebé como de 10 meses se le exigía que no llorara y dejara la malcriadez, en un lugar donde habían muchos niños gritando y corriendo (plazoleta de Mc Donalds); un gran regaño a un niño que cruzó la calle corriendo sin esperar a sus padres... me inquietó lo que ví!!! sentí que algo está faltando o fallando...

Los adultos estamos para educar, y educar significa acompañar y corregir, describiendo y explicando las consecuencias de sus actos, hasta que su MADUREZ, les permita hacerse conscientes de sus actos, diferenciando lo que puede hacer de lo que no puede hacer y la técnica menos efectiva es el regaño.

Muchas de estas acciones, que reseñé en el párrafo anterior, tienden a calificarse como "desobediencias", mas hay que tener claro que en un niño menor de tres años, es la forma cómo explora y descubre el mundo, haciendo uso de todos sus sentidos, por lo que no hay intención de molestar, ni retar por parte del niño.

Es importante recordar que, las frases deben ser estructuradas de forma afirmativa, ya que cognitivamente, los NO comienzan a entenderse luego de los tres años. De igual forma, se debe ser firme y coherente como la base del respeto, lo que a su vez, brinda seguridad al niño, en cuanto límites.

El niño ya empieza a entender que es una persona y que los demás también lo son; igualmente es inestable y tiene estallidos emocionales (berrinches), con ansiedad prolongada y celos, no olvidemos que el egocentrismo, está en su máxima expresión. La experiencias reales e imaginarias están en el mismo plano, por eso no escuchan al interlocutor, tienen iniciativa, curiosidad y gran deseo de explorar por lo que corren, se mueven, brincan... son libres.

Asumir que un niño tan pequeño conoce y es capaz de aplicar las reglas convencionales de conducta y convivencia, es el mayor enemigo en la educación de nuestros hijos.





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