
Este miedo es real y no hay que subestimarlo... no es malcriadez ni llamado de atención... y para ellos todos los que estamos cerca del niño, debemos estar preparados, atenderlos, brindarles protección hasta llenarlos de confianza y sobre todo, hacerles saber que les creemos y por ello, les entendemos y atendemos.
Este tipo de miedo es diferente al que pueden sentirse al estar solo en su habitación de noche, o al de ver siluetas extrañas a través de sus ventanas o puertas, es un miedo que nació por vulnerabilidad propia y al que se nos escapa la promesa de "tranquilo, no volverá a suceder" y esto es lo mas triste... no lo podemos controlar, ni garantizar que ya todo pasó, entonces los adultos debemos:
- Conservar la calma en estos momentos, de lo contrario el caos se agudizará y el niño se sentirá menos protegido, de quienes le acompañamos.
- Evitar forzarlos a que lo enfrenten y permitirles que lo manejen de forma gradual y según sus capacidades cognitivas y MADURACIONALES, les permitan entender y procesar la difícil experiencia.
- Evitar subestimar el hecho, e ignorarlo, callarlo poco ayuda, por el contrario, reprime sentimientos que es mejor que se expresen con naturalidad.
- De ninguna manera, racionalizar el miedo y en función de ello, castigar, por lo que no se puede controlar en un momento improvisado.
- Evitar exagerar la situación con ejemplos similares o intentando decirles que no son los únicos a quienes les pasa o ha pasado, y que los "otros" fueron mas valientes y no lloraron.
- Abordar la situación desde la realidad, permitiéndole al niño expresar sus sentimientos, sean angustia, frustración, rabia, temor... ante el hecho sucedido y conversarlo en familia, hasta que baje la intensidad del mismo, cuantas veces se requiera.
- Buscar la ayuda profesional, antes que la situación se agudice, luego de sucedido el hecho.
Hay que enseñar al niño a manejar sus miedo, enmarcado dentro de su MADUREZ, y las capacidad con que pueda manejar la situación para salir de ella lo mas rápidamente posible.
Acompañar al niño, durante esta transición es un acto de nobleza y empatía.
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