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domingo, 8 de septiembre de 2013

El sueño infantil...

Se acerca el fín de las vacaciones, el volver a la rutinas y re-adquirir los hábitos que benefician el comportamiento escolar, entre ellos el del sueño contínuo y regular, reparador para continuar y responder a las exigencias y afanes propios del día siguiente.

Con frecuencia escuchamos decir que ochos horas de sueño son suficientes... sólo para los adultos!!! En los niños esta necesidad biológica es muy diferente: su tiempo, intensidad, frecuencia varía en atención a la edad y éste es un acto que debe respetarse, indistintamente de la hora que se manifieste, cuando hablo de respetarse, me refiero específicamente a que debe evitarse ser interrumpido repentinamente y sin objetivo válido que amerite tal acción.

De recién nacidos, los niños pasan largas horas durmiendo, sólo interrumpidas para alimentarse y a medida que avanzan en edad, estos períodos de sueño se van acortando y de un sueño contínuo y prolongado, pasan a intérvalos de siestas (dos o tres durante le día) para luego dormir toda la noche, no obstante hay que tener presente que hasta los seis años de edad, el niño requiere de 12 horas de sueño continuas durante la noche.

El sueño durante la primera infancia tiene un papel fundamental en el desarrollo del cerebro del bebé, reflejando los cambios que sufre, como el aumento en la conectividad sináptica de los ensamblajes neuronales, los cambios en la propiedades de los neurotransmisores y los neurorreceptores o aumento de la mieinización del cerebro (Jenni et al, 2004)

Es difícil definir un patrón normal o saludable de sueño en la infancia ya que se debe tener en cuenta, además de los cambios relacionados con el desarrollo normal, el crecimiento y la MADURACIÓN física, las influencias culturales, ambientales y sociales que afectaran este sueño. El niño que duerme bien mantendrá una rutina previa a acostarse caracterizada por interacciones positivas, relajantes, placenteras para evitar que sea un comportamiento de coacción u oposición, lo que se traducirá en buen rendimiento escolar y de las otras actividades de las que participe, disminución de irritabilidad y rabietas, establecimientos de hábitos y rutinas que permitirán el establecimiento de normas y límites, siendo diferente solamente cuando se muestre enfermo. 

Igualmente durante el sueño, el niño empieza a adquirir algunos "hábitos" que al desatender se vuelven permanentes y difíciles de erradicar, tales como: dormir con mantas, osos, dormir entre los padres, sentir el cabello de mamá, alguna luz encendida o algo que le haga ruido, entre muchas cosas de las que cada familia tendrá una interesante historia. Aquí es importante diferenciar terrores nocturnos, pesadillas, insonnio y buscar la ayuda del profesional antes de que la situación salga fuera del control de los papás y el bienestar de ambos se ve comprometido (http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/17371111.)

Un tratamiento que aplico con muy buenos resultados es la modificación de conducta reforzando que:
  1. Un hábito (deseable o no) se instala al repetirlo, asociando los elementos externos y la actitud de quien lo enseña.
  2. Los elementos externos del sueño entonces son su cama, su osito o manta y/u otros elementos de su habitación.
  3. Para dormir al niño, hay que evitar darle algo que luego hay que retirarle: dormirlo en brazos y luego llevarlo a su cama, por ejemplo.
  4. Los padres deben abandonar la habitación del niño cuando aún está despierto, de esta manera el niño se duerme solo, sin asociar a sus padres con el inicio del sueño.
A los padres hay que involucrarlos, ya que el comportamiento de estos puede impedir que los niños puedan dormirse solos creyendo que no están atendiendo a sus niños cuando éstos los necesitan. Hay que convencerlos que la insatisfacción, dolor o sentimiento de culpa que puedan experimentar, tiene importantes efectos positivos al salvar esa resistencia natural del amor paterno que impiden que los padres den a sus hijos lo que no necesitan.

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